La Alhambra,
2016
Hay
operaciones constructivo-ornamentales que, a fuerza de ensañarse con la
materia, culminan en privarla de gravedad.
Es así
que los ornamentos flotan allí en lo alto, en el lugar propio de los sueños de
la materia. Porque bajo los arcos y las molduras de los cielos interiores es
bueno alojarse para abandonarse a la imaginación. Porque la mirada vaga alígera
y ya nuestro propio cuerpo no nos pesa, para llegar entonces a extasiarnos con
el furor calmo de las luces y sombras, siempre en concierto danzante.
Porque
los sueños de la materia son eso, una obstinada coreografía de luces, penumbras
y sombras, mientras que, desde el patio, nos mece el rumor de las fuentes.
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