Fez, Marruecos,
2016
Disponer
de un pasaporte de viajero supone una cierta licencia para inmiscuirse curioso
ante las puertas.
Si es
discreto uno puede asomarse a otros ámbitos y modos de vida que quedarán, como
destellos en la memoria y como testimonios de otras voces que resuenan allí.
Advertirá entonces que la virtud de las puertas es unir y separar a la vez, es
vencer las distancias para ser derrotados por el espesor de las jambas, es
oponer una delgada nada entre uno y otro lado del mundo, es prometer un ingreso
que nos está vedado precisamente porque la puerta está allí. Porque en el
umbral están, a título de centinelas, los Propios y nosotros seguiremos nuestro
camino como los Otros que somos.
Hasta
que lleguemos a la puerta que a nosotros nos toca cerrar y custodiar: la que
clausura nuestro propio lugar.
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