Pietro
Marussig (1879-1937) Mujer que duerme
(1917)
Bajo las condiciones vigentes,
un lugar es: […] un garante de la noche subjetiva.
(Sloterdijk,
2004:383)
Un
lugar habitado tiene la hondura del sueño.
Queremos
dormir allí donde reine la más absoluta serenidad, alejados de todo temor. Por
eso, solemos recluirnos en lugares recónditos, a salvo de las intromisiones, de
las acechanzas y de las perturbaciones.
Solemos
confiarnos en la calma de la noche, tras de las fatigas del día y de las
alegrías del amor. Nos mece la confianza cuanto la navegación onírica sobre
Otros Territorios.
Inermes
y frágiles en nuestra condición y estado, el lugar de nuestro dormir es el
lugar más seguro que podamos obtener. Es por ello el signo de nuestra
solvencia. Una y otra vez incurriremos en el sueño, de donde las circunstancias
y ocasiones del dormir constituyan un factor estructural de nuestra
habituación.
Cuán
profunda es la habitación de un interior la mide el calado sosegado de nuestro
sueño.
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