Louis Stettner
(1922- ) Plaza San Agustín (1993)
Las
emociones resultan unos específicos juicios sintéticos equiparables a los
juicios de gusto estéticos.
Ante
la escena de la ilustración, uno puede experimentar sorpresa por el talento y sentido de la oportunidad del autor o habituarse a apreciar los charcos de
otra manera. De todas maneras, a menudo se verifican ocasiones que promueven
dichosas sorpresas que con el tiempo se pueden volver habituales.
Este
mismo acontecimiento puede suscitar una discreta aversión, si buscamos no mojarnos los pies, pero también podemos,
aún en esas circunstancias, adherir a
él con entusiasmo poniendo al mal tiempo buena cara. Tenemos en todo caso una
importante corredera emocional que se desliza entre la adhesión y la aversión.
Es
frecuente que el “mal tiempo” nos suscite tristeza,
aunque debemos creer que el fotógrafo, en esta ocasión, debe haber vivido un
momento de felicidad. También las
emociones de alegría y tristeza son polos de un continuo por el que nos
desplazamos.
Sería
algo exagerado que nos irritáramos
por la presencia de un charco que revela un defectuoso escurrimiento, con lo
que se puede considerar que la escena nos suscita, como emoción, una cierta serenidad.
Por
su parte, si bien la ciudad se ha vuelto insegura, no puede considerarse que
esta situación promueva miedo, pero
tampoco supondría, creo, un gran desafío a la entereza. De todos modos, entereza y miedo son componentes
emocionales comunes en nuestra vivencia del habitar la ciudad.
¿Se
podrá alguna vez revelar la gramática emocional profunda de un paseo ciudadano?
Aprenderíamos algo que puede tener su interés
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