Burano, 2017
Lo
bueno que tienen algunos paisajes urbanos es que son pruebas contundentes de
una virtuosa solidaridad de los vecinos.
En una
escena como la que nos ocupa hoy, no podemos señalar un objeto singular que se
recorte sobre un fondo, sino un sistema armónico de figuras que contribuyen
casi equitativamente al efecto del conjunto. Este es un logro de lo vernáculo,
de la cultura verdaderamente general de una población, de una arquitectura
humanista en su versión a la vez más humilde y más auténtica.
Ya
quisiéramos un resultado equiparable para nuestros paisajes urbanos, en donde
todo es una lucha fratricida por el suelo, por la competencia de las
indignidades y por los símbolos del poder.
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