Hablan los
muros
La cada vez más aguda crisis de
la vivienda es más bien una crisis de la habitación, entendiendo por tal, tanto
el contenedor espacial como el acto de habitar, ambas cosas a la vez. Este
problema desborda por completo a lo que corrientemente se entiende por
vivienda, pues el habitar tiene lugar también fuera de la vivienda, en el
contexto urbano y por otro lado ésta no se reduce a un mero instrumento puesto
a disposición de determinados sujetos, sus usuarios.
Eduardo
Serrano Muñoz, 2003
Podemos
caracterizar a nuestra situación deficitaria latinoamericana como una crisis de
vivienda. Pero también podemos denominarla una crisis de habitación.
Bajo
la primera denominación, el problema se circunscribe al puro hecho de la
existencia de gente sin casas, esto
es, gente sin acceso a unos satisfactores específicos.
Pero
podemos advertir que la segunda formulación tiene aspectos de mayor complejidad
y quizá mejor caracterización social, económica y política. Nuestro hábitat es
insatisfactorio en términos globales, estructurales y sistémicos. Hay, tras la
ingenua expresión popular “casas sin gente”, una realidad no menos aflictiva
que la realidad de la infravivienda: una
ciudad a la que le sobra la gente.
Por
ello, nos enfrentamos en realidad a una profunda crisis de habitación y así
deberemos asumir el desafío sociopolítico de la hora.
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