Apuntes de viaje (II) El caso de Cinque Terre


Riomaggiore, 2019

Hay ocasiones especialmente felices —y, por cierto, lamentablemente escasas— en que la población humana hace bien a su paisaje. Cinque Terre es uno de estos casos.
A la dramática oposición de las montañas con el mar se le impone, de modo excepcional y virtuoso, la alianza de los hombres del mar y los de la tierra. Los pobladores no la han tenido fácil, pero han luchado con tenacidad para sobrevivir, crecer y multiplicarse. Sobrevivieron con sabiduría, crecieron dignamente y se multiplicaron con arte. Hacen de su humildad su probidad. Y resplandecen en lo mejor de su condición humana. Porque lo mejor que tiene Cinque Terre no es su pintoresquismo, sino la sabiduría de su gente al habitar un solar hermoso de la tierra.
Ahora que lo han conseguido, hordas de turistas no dejan de maravillarse y asolar la economía local, en beneficio de la compraventa de chucherías. Ojalá alguno de estos sanguinarios aprendamos algo de la lección de los pobladores genuinos de Cinque Terre. Cuando volvamos a casa ¿no será bueno preguntarnos cómo hacemos para infligirle menos vejaciones a nuestro propio paisaje?

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