Giulio Rosati
(1858- 1917) Danza en el harén (s/f)
Cuando
la arquitectura se cosifica en el artefacto construido, tiene usuarios, esto es, agentes que verifican
las virtudes de éste en la implementación de las determinaciones ad hoc de la
entidad.
Pero
cuando la arquitectura se entiende como una palpitante interacción entre los
lugares y las personas, se tiene la fortuna de contar con éstas últimas a
título pleno de habitantes. Y
entonces la arquitectura vive, en
complicidad con la existencia humana. Hay quienes admiran, extáticos, ciertas
magníficas vacuidades. Pero hay otros que prefieren emocionarse entrañablemente
con la respiración de los lugares. Aquí preferimos esta última opción.
Todo
palpita entonces, y las personas tienen una oportunidad para una felicidad
auténtica: tener lugar.
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