Aleksandr
Nikoláyevich Scriabin
Existe
una profunda relación entre la arquitectura y la música.
Por
otra parte, también existe una larga tradición en el documentalismo que a la
filmación de ciertas arquitecturas asocia ciertas emisiones musicales. Me
permito intentar la operación inversa: escuchar profunda y relajadamente cierta
música y acometer la tarea de los onironautas, que es soñar despiertos con
otros mundos posibles.
A
estos efectos, me permito recomendar a título de ejemplo, la Rêverie, Op. 24 (1898) de Aleksandr
Nikoláyevich Scriabin (1872- 1915).
En
este caso no se trata sólo de una sugerencia musicológica, sino que debe
recordarse que este prestigioso sujeto estaba dotado de la facultad de la
sinestesia, esto es, de asociar notas con colores. De hecho, llegó a imaginar
un concierto en donde se asociara su música con un espectáculo de luces
armónica y correspondiente coloreadas. Nada nos impediría asociar ritmos,
melodías, armonías, tempos y desarrollos a formas arquitectónicas.
A ver
qué se os ocurre.
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