Venecia, 2017
Alguna vez he comentado en esta
página lo importante que es viajar a los lugares no para conocerlos, sino para
confirmarlos. Llegar a ellos con lecturas previas que permitan amueblarlos con
lo que fueron o con lo que otros imaginaron o vivieron allí. Contextualizarlos
en su literatura, su tradición y su historia. No es lo mismo caminar con libros
que sin libros en la memoria.
Arturo
Pérez- Reverte, 2019
Hemos
dicho que ya no podemos apreciar Roma o
Venecia con una mirada pura, joven y prístina, sino que lo hacemos desde el
trasfondo polvoriento de la memoria que aloja, de aquí y de allá, postales que
dan cuenta de qué clase de ocurrencias evocamos bajo los nombres de Roma o
Venecia.
Porque
nuestra mirada no es pura, sino que a la sensación la acompaña, como una
sombra, una interpretación, un recuerdo, una cognición, situadas más allá de la
mera aisthesis que ya se quisiera ingenua y huérfana. Tampoco es joven, porque
mucho antes de dar nuestros primeros pasos en Venecia hemos sabido de ella en
incontables ejercicios pictóricos de ella, realizados precisamente en el puente
que da a la Academia. Así las cosas, nuestra mirada ya no puede nunca ser
prístina porque, en el mejor de los casos, es una confirmación de lo bello que
es el mundo que pintan los artistas.
Porque
hemos aprendido sobre la belleza del paisaje por sobre el hombro del pintor.
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